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Néstor Morales T.

 

Durante los últimos 150 años la Política nacional e internacional ha cambiado, como la materia ésta no muere pero se transforma y reorganiza, muta, a través de lo largo, ancho y alto del Estado Nación, las comunidades y las personas. En este proceso, la globalización ha venido a funcionar como una “gran máquina hidráulica” acercando, uniendo, separando, superponiendo y diluyendo comunidades, personas e ideas. Sin embargo, siguen creciendo (como las necesidades) las sensaciones de malestar versus las vías de solución  (escasas como los bienes, si es que no son lo mismo). El mañana se aparece con la misma intensa inamistad de un volcán apunto de estallar.

 

En nuestros países, la Política aún no logra integrar a su “modo de hacer” elementos básicos de esta nueva etapa global, constituir los discursos de los partidos con dinámicas como: ante la existencia de objetivos e ideas que confluyen éstas desenlazan fluidamente en acuerdos y compromisos, son ciertamente lejanas a nuestra coyuntura política. Por el contrario, los elementos antes descritos sólo crean nuevas fórmulas de antagonismos.

 

El surgimiento, en democracia, de las herramientas tecnológicas de comunicación no sólo han permitido la explosión del ciber contacto y la organización virtual de la política, sino que ha aumentado el ánimo de enfatizar en lo que las personas no tenemos en común y de resaltar artificialmente o no las diferencias, haciéndolas casi insalvables y cada vez más odiosas. Pareciera como si el juego de la política nuestra fuera una cuestión de etnocentrismos, donde cada tienda y tendencia dentro de de ella, existiera por gestación natural; una nación aparte y reivindicadora de un real derecho a dominar al resto; o sea, se ha transformado en un problema entre Conservadores: nuevos, viejos; de derecha, de izquierda; blandos, duros; católicos o ateos, creciendo tanto en cantidad como en ganas de diferenciarse.

 

Contra esta descripción es que las personas se rebelan y muestran su malestar, porque en el mundo real, las cosas han cambiado en serio y con ello también la naturaleza de lo que se espera debe ser la Política, no como finalidad moral sino sencillamente para que funcione, para no andar de ciegos en un país lleno de videntes.

 

Así como la cultura nacional, la cultura del Estado y el Internacionalismo de los Derechos, el Progresismo es un proyecto cultural y político, pero con un plus sobre el conservadurismo: es más competente y más adecuado para la etapa regional-global que el mundo de hoy impone: más apto para el Cosmopolitismo. Para nuestro tormento, esto no pareciera ser suficiente argumento para que nuestros líderes abandonen los 150 últimos años y se esfuercen en hacer las cosas de otra forma: más simple, más honesta y que prefiriendo este nuevo método antes que intestinas luchas y triunfos pírricos, nutran de prosperidad y victorias verdaderas a sus colectividades y la Política.

 

Lo anterior no es una simple declaración de intenciones, sino un estricto juicio de realidad local y comparada. La década reciente, el desarrollo del multilateralismo y política de integración antes que la segregación, insertar el debate tantas veces negado del cambio climático y la crisis de las fuentes de energía y de alimentos han sido logros del Progresismo con carácter permanente. Estos son la base para el discurso Socialdemócrata que intentan expandir los más diversos grupos, incluso de las derechas (progresistas claro está), si se quiere, de los próximos años. Este avance enorme en el humanismo suele darse de bruces cuando las elites de los partidos impiden su mutación y sustitución en los espacios de poder-decisión, es ese el comienzo del retroceso y anquilosamiento del trabajo, los intereses y de las ideas que fundan el malestar de las personas dentro y fuera de la Política.

 

Los Progresistas necesitamos reagrupación, participación creativa y apuestas que se funden en guiar a la comunidad antes que guiarse por la fuerza de las encuestas, requerimos de líderes nuevos que impulsen los logros del progresismo, las bases del discurso para la política global, Cosmopolita, a la que me refería. Ante un mundo que exige responsabilidad, transparencia y eficiencia, debemos responder con capacidad e imaginación. De nuestra habilidad resilente depende el futuro de la sociedad en construcción.

 

El desafío es grande pero los beneficios son aún mayores y éstos, a  diferencia de lo que creen nuestros representantes actuales, pueden ser para todos. Desarrollar las aspiraciones progresistas pensando de una manera global, cosmopolita, es trabajar por la seguridad de las comunidades y el desarrollo más humano para las personas. Para los que no pueden despegarse del pasado con 150 años de edad esto parece otra canción para caminar sobre las aguas, yo simplemente lo llamo ampliar el campo de lo posible. Pregúntate ahora: ¿Y si aceptamos el desafío y competimos con ellos? ¿Y si Ganamos?

 

Hasta dónde podrán las ganas de futuro ir contra las ganas personales, es una pregunta que queda para ustedes, los que no se jubilan en las ideas.

 

Las Amapolas, Junio2008.

 

para_caminar_sobre_las_aguas

 

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